En la reunión celebrada el pasado día 28 de marzo, el claustro de profesores del Instituto Juan de la Cierva y Codorníu, ha decidido por unanimidad otorgar la distinción de Bachiller de Honor 2019 a don Juan Martínez Fernández.
Este reconocimiento lo hace anualmente el Claustro del Profesorado para distinguir a uno de nuestros paisanos que recoge y representa de una manera especial nuestras tradiciones y la sabiduría popular. De esta forma proponemos a nuestra comunidad educativa y a la ciudad de Totana a la persona designada como referente y ejemplo, a la vez que reconocemos su especial aportación a nuestra cultura.
Juan Martínez Fernández, «el Enterraor», es un totanero que ha dedicado sus esfuerzos, desvelos e inquietudes a promocionar, cuidar y mantener singulares tradiciones que forman parte de la identidad de Totana. Uno de sus principales valores es su apuesta por la bocina, su cariño, dedicación y pasión por este símbolo de la Semana Santa de esta tierra. Con este quehacer ha continuado no solo una tradición familiar sino también la continuidad de una devoción de arraigo en Totana. Su entrega ha sido determinante para conservar la presencia y el uso de la bocina. Gracias a su apoyo y aliento son varias las hermandades y cofradías que en la actualidad disponen de bocina.
Juan Martínez, como buen conocedor de este singular instrumento, ha participado en eventos de Semana Santa dando a conocer el peculiar sonido de la bocina. En 1993 intervino en el ciclo de música religiosa celebrado en la ciudad de Alcalá de Henares. Posteriormente lo ha hecho en varias ferias de turismo celebradas en la capital de España, como también en el recinto ferial IFEPA de Torre Pacheco, en Sevilla y en varias procesiones de Semana Santa de la Región de Murcia.
Por otra parte, Juan Martínez, vinculado a la familia de los “Enterraores”, ha ejercido esta tarea en el cementerio de Totana y en el de Alhama. Conoce multitud de realidades relacionadas con la muerte y todo lo que esa realidad lleva implícita. Desde el respeto y la dedicación a estos sagrados espacios ha realizado una labor principal en su cuidado, mantenimiento y preservación, a la vez que su cercanía y sensibilidad ha ayudado a muchas familias a afrontar los trámites de este crucial y doloroso momento.
Es la bocina un instrumento metálico con el que se emite un sonido característico que en Totana va unido a su Cuaresma y a su Semana Santa. Tiene aproximadamente unos cuatro metros de longitud. Comienza en punta para ir ensanchándose hacia el final en donde se remata con formas que imitan la cabeza de una serpiente o de un dragón. En la parte más fina lleva una boquilla con la que se emite su peculiar sonido. Para extraer de ella todas sus posibilidades es necesario concentración pues requiere aguantar varios sonidos largos, pero, sobre todo, extender y prolongar la peculiar cadencia con que concluye este toque. Dadas sus dimensiones suele ir colocado en un pequeño carro. Cada cofradía la suele acompañar con una reproducción en pequeño de su imagen titular. La existencia de este utensilio en la Semana Santa de Totana va ligado a sus orígenes. Esta estructura que se quiere asemejar a «los clarines o trompetas de grandes dimensiones utilizadas ya en el siglo XVII y que nos hacen recordar las bocinas utilizadas por los levitas para convocar al pueblo judío a determinadas funciones religiosas». A su construcción, reparación o al pago de las personas encargadas de hacerla sonar dedicaron sus esfuerzos hermandades y cofradías.
Comienza a escucharse la bocina en Totana en la noche de cada Miércoles de Ceniza. Surge este sonido como gemido del alma buscando hueco en las noches cuaresmales para despertar de la indiferencia y el letargo en la que sume la falta de solidaridad. Sus ecos sugieren la posibilidad de ahondar en los sentimientos que acercan a ese espacio íntimo, personal y sereno en donde se recrean la ternura y el amor, en donde se remansan los recuerdos, en donde se custodian los valores de la tradición cristiana.
Sin lugar a duda, es el de la bocina, un eco dulce, emocionante, pero también austero y lúgubre, pero ante todo es un silbido de reflexión. La tradición señala que sus sones se toquen especialmente, cada noche de Miércoles y Viernes en el tiempo de Cuaresma y en Semana Santa hasta las tres de la tarde de Viernes Santo, momento en el que calla. Esos sonidos son para algunos, ecos de burla; de misterio para otros, pero misteriosos para todos. Sonidos que se remontan al pasado más oculto pero que tienen también, la frescura con que algunos pocos totaneros saben traerlos al presente.
Han sido varias las iniciativas promovidas para potenciar y mantener esta tradición, entre las que destacan la concentración de bocinas en la noche de Miércoles de Ceniza en la plaza de la Constitución, como también el incentivo a hermandades y cofradías para que mantengan su uso durante los desfiles procesionales. Asimismo, es necesario plantear la conveniencia de crear un grupo de personas con la misión de transmitir su conocimiento y posibilidades a los más jóvenes, sobre todo, porque el valor de estos gestos ayudan a conectar con el pasado, a no perder el horizonte, pero también a permanecer alerta para que cuando el ronquido vibrante del metal de la bocina resuene de nuevo en el silencio de la noche. Con nuestro reconocimiento de Bachiller de Honor, queremos reconocer este elemento de nuestra tradición y del papel que en su impulso ha jugado Juan Martínez Fernández. Enhorabuena.