Rincones de Totana. Calle Cuartelillo

Los nombres de muchas calles tienen siempre una relación directa con algo relacionado con ellas como su situación geográfica, el hecho de ser vía de paso a algún monumento o lugar de interés, el de contener o haber contenido cualquier edificación histórica o simplemente el de que en ella existiera cualquier dependencia del estado o municipio.

La calle Cuartelillo está situada como todos sabemos en el barrio de Triana, con entrada por la Plaza de Juan de la Cierva y acabando donde está la casa de mi amigo David Cánovas, hijo del inefable artista Tony Cánovas Valenzuela.

Cuando vine a vivir a Totana existía una casona señorial que lamentablemente los poderes públicos dejaron derribar para reedificar manteniendo, más o menos, su fachada en lugar de obligar con ayudas a su rehabilitación y mantenimiento para embellecimiento ciudadano porque no es de belleza de lo que andamos sobrados.

Ha sido ardua la tarea de encontrar el fundamento de la nominación de esta vía urbana, dado que nadie parecía saber su origen, por lo que me vi obligado a recurrir a esa enciclopedia costumbrista totanera que es nuestro Cronista Oficial Mateo García.

En los años de la posguerra incivil española estuvo durante un tiempo un cuartelillo del cuerpo de Carabineros, razón por la cual pusieron este nombre a esta calle. Es seguro que los nacidos después de los años sesenta no tengan ni idea de qué eran los carabineros, por lo que he de explicar que era un cuerpo salido y dependiente orgánicamente de la Guardia Civil, que estaba a las órdenes de la llamada entonces Fiscalía de Tasas con el fin de perseguir el estraperlo.

Naturalmente los que no saben qué eran los carabineros también ignoran qué era el estraperlo y lógicamente he de explicarlo:

Al acabar la puñetera guerra en España hubo muchas escaseces, fundamentalmente de productos alimenticios debido al bloqueo internacional que durante unos años soportó este país, razón por la cual nació esta infracción fiscal tan perseguida. Los estraperlistas eran personas que se dedicaban a entrar en las ciudades y pueblos productos de primera necesidad para venderlas en el mercado negro, es decir, sin pasar por los controles fiscales, algo que entonces estaba perseguido. Naturalmente cuando acabaron las restricciones aquel negocio el cuerpo de Carabineros se volvió a integrar en el Benemérito Instituto.

El nacimiento de la palabra estraperlo fue algo que tardé años en entender, ya que ese nombre lo pusieron por la fusión de los nombres de dos extranjeros, Straus y Pearl, que inventaron en esos años una lotería trucada por lo que acabaron en Vila Candado. No me cabe duda que el bautizo de esta palabra tiene su origen en esa forma deficiente que tenemos los españoles de pronunciar los nombres extranjeros, de la que tenemos muchos ejemplos como el hecho de traducir el prefijo familiar árabe Ibn por Ben o Aben, o llamar al pico más alto de Granada Mulhacén que es la contracción del nombre del rey Muley Hacén.

En esta calle ocurrió por aquellos años una anécdota que no me resisto a contar: Un individuo que vivía en las cercanías cuyo nombre no hace falta era algo presumido y se las daba de rico frecuentaba las tabernas presumiendo de dinero y haciéndose amigo de todas las personas importantes que podía. Vamos, era lo que en Murcia solemos llamar un jaquetón, que un día explicaré el origen de esta palabreja.

Pues una noche que este individuo se allegaba a su domicilio con la bodega hasta arriba de vino no pudo aguantar el exceso de líquido en su vejiga y decidió aprovechar la noche para mear, con la mala fortuna de que uno de los guardias lo vio y detuvo haciendo entrega de él a los guindillas (en Murcia los llamábamos espantaburras) que lo multó con un duro o cinco pesetas y encerró en un calabozo del propio Ayuntamiento. Aquel jaque berreaba en la trena diciendo que viniera el alcalde que era amigo suyo. Naturalmente nadie quiso molestar al primer edil y aguantaron toda la noche los exabruptos del individuo.

A la mañana siguiente al llegar el regidor le contaron la historia y lo hizo llegar a su presencia. Cuando se vio en el despacho volvió a vociferar quejándose de que lo enchironaran y lo multaran con un duro. El alcalde lo multó con veinte duros o cien pesetas además de las cinco anteriores y salió del despacho con el rabo entre las piernas. Vamos, como entró.

Juan Ruiz García

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