Totana en tiempo de castañas al agradable quehacer de la Murciana

En estos días bajo el dominio estacional del otoño, en el que su presencia deja sentir tímidamente algunas de sus características expresiones atmosféricas, el prolongado "veranillo de san Miguel" o "veranillo de los membrillos", con la persistente sequía y el tenaz calor, genera una cierta desazón por tan extraña evidencia. Esta situación que va arraigando con mayor impacto en el espacio climático que nos acoge, descoloca al compararla con las condiciones más húmedas y frías que décadas atrás definían esta trayectoria.

En este contexto, próxima ya la celebración de Todos Los Santos, aquellos que contamos en el haber con el caudal de los años, acrecentado por experiencias que nos trasladan a tiempos y circunstancias diferentes, sentimos brotar en la memoria suaves e intensos olores, sabores cargados de dulzura. Esos aromas tenían un origen, un entorno preciso y arraigado, localizados en el representativo punto de venta de castañas que Soledad Perellón, la Murciana, regentó durante décadas junto al Puente, en el acceso hacia la antigua Plaza de Abastos.

Colas a la espera de poderse proveer del cartucho de castañas, acompañados del frío de la noche, que era el tiempo propicio para comprar el producto, eran sobrellevadas con agrado para disfrutar del excelente tueste con que Soledad preparaba el sabroso fruto, el que arropaba cariñosamente entre mantas para que ese calor ayudase a alcanzar el punto justo de madurez y de este modo ofrecer al paladar el deleite de una textura y un sabor que difícilmente era posible conseguir en otros ámbitos.

Aquella liturgia del asado de castañas se aderezaba con la calidez y humanidad, con la veneración, mimo y esmero con que Soledad ejecutaba el proceso, una singularidad que manaba de su espíritu abierto y generoso, respetuoso y sosegado con que, además, recibía a los clientes que se acercaban a su puesto, al pequeño kiosco que en la infancia nos brindaba la oportunidad de degustar golosinas que no eran de consumo cotidiano.

Estas evocaciones, impregnadas de lo humilde y modesto, engrandecen tan añorado quehacer, a la vez que se funden en abrazo de gratitud hacia tan entrañables emociones, pero, sobre todo, al tesón y constancia de Soledad, convirtiéndose su apacible tarea en todo un referente de admiración y afecto.

Estos adormecidos recuerdos han despertado en los últimos días al recibir, a través de las redes sociales, la fotografía que adjuntamos. Ese motivo y la proximidad de la festividad que en breve conmemoraremos han alentado a dar forma a esta sencilla aportación.

Juan Cánovas Mulero

La fotografía sitúa, en su puesto de venta de castañas, a Soledad Perellón, frente a su lugar habitual, espacio que en la actualidad se corresponde con el lateral del Banco Santander. En aquel tiempo a sus espaldas se encontraba la tienda de Joaquín "el Pajero". Las obras de remodelación de la plaza habían variado su ubicación. Por los trabajos que se estaban llevando a cabo en la portada del templo de Santiago, de cara a su restauración, la imagen puede situarse en torno a 1993.

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