Los Huevos de Pascua y los Garabazos de Totana

Atrás quedó ya el tiempo de penitencia, ayuno y abstinencia que vivimos durante las 6 semanas de Cuaresma y Semana Santa, y ahora nos deleitamos durante 7 semanas en la celebración de la Pascua, pues esta es el eje central del Cristianismo, es decir, el tiempo litúrgico en el que celebramos la Resurrección de Jesús.

Y dentro del tiempo de la Pascua, el 25 de abril celebramos la festividad de San Marcos Evangelista. Esta es una de las efemérides más destacadas en el Municipio de Totana y, a lo largo de los siglos, ha dado lugar a tradiciones, a costumbres, al uso de elementos simbólicos, a productos gastronómicos, etc., todos ellos muy arraigados en nuestra tierra.

Y el que podríamos considerar como elemento estrella de este día, es el Garabazo. Sobre el posible origen de éste ya hablamos en otra ocasión, por lo que ahora sólo me detendré a recordar que el garabazo es una merienda totanera -formado por una torta dulce con un huevo duro-, propia de este día y que cuenta con “denominación de origen”.

El simbolismo del huevo de Pascua.

En Totana la costumbre de regalar huevos por la Pascua no está muy arraigada como tal, pero sí que lo está, y mucho, la de regalar y/o elaborar el tradicional garabazo.

Desde la antigüedad encontramos que el huevo ha estado asociado con el simbolismo de la fertilidad, de la esperanza, de nueva vida y del renacer. Y a partir del Cristianismo, se ha utilizado simbólicamente para representar la Resurrección de Cristo:

Tras el correspondiente tiempo de incubación, el huevo se rompe (se abre) y de él surge una nueva vida. Cuando el Sepulcro se abrió en la madrugada del primer Domingo de Resurrección, Jesús Resucitó.

La Cuaresma se organizó en el siglo IV dC, a partir de que el Imperio Romano decretase el fin de las persecuciones anticristianas. Desde de este momento, ya encontramos vinculada la Cuaresma al Misterio de Jesús en el desierto, y a la preparación para la celebración de la Pascua. Preparación a la que se fueron incorporando todas las Hermandades y Cofradías de Totana, conforme se fueron creando. Y es también a partir de esta época donde encontramos las primeras referencias cristianas, vinculadas a los huevos y la Pascua.

Desde la antigüedad, y hasta llegar a finales de la Edad Moderna, durante los 40 días que duraba el periodo penitencial de la Cuaresma, la norma de la abstinencia de comer carne prohibía también el consumo de huevos (norma decretada por el Papa Julio III en el siglo IX), por lo que en los hogares se acumulaban gran cantidad de huevos.

Para evitar que los huevos se estropeasen, y para diferenciarlos de los que eran más recientes, se iban pintando de colores. Y los que se querían conservar frescos, -al no existir todavía los frigoríficos-, se cubrían con cera líquida y se dedicaban los ratos de ocio en el hogar (en épocas en las que no existía la radio, ni la tele), a hacerles decoraciones con diversos motivos ornamentales.

En muchas ocasiones se les regalaban a los niños los huevos que no podían consumir los adultos durante la Cuaresma, pues como hemos indicado, estaban exentos de la norma penitencial.

Probablemente aquí se podría situar el origen de la tradición de regalar huevos de Pascua a los más pequeños de la casa. Y también la costumbre de esconder los huevos decorados en diversos lugares (en el campo, en los patios de las casas…), para que los más pequeños jueguen y se divirtieran buscándolos.

En los últimos años hemos sido testigos a través de los medios de comunicación de cómo esta tradición sigue viva incluso entre el Papado. Algunos ejemplos: el Papa Benedicto XVI regaló cientos de huevos de Pascua a los niños que sufrieron el terremoto que sacudió el centro de Italia (en 2009); el Papa Francisco envió huevos de Pascua al Hospital Pediátrico de Roma (en 2014 y en 2023), y a los niños del centro de acogida de Cáritas Roma (en 2017).

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