La entrega y dedicación de Narcisa Navarro brilla a la luz de los cromáticos trazos de sus pinceles

El pasado viernes catorce de febrero, tan solo unos días después de que Narcisa Navarro Morales cumpliese noventa y tres años, el grupo de pintores y pintoras Contraste, al que pertenece desde su constitución, le rendía un afectuoso homenaje para manifestar el quehacer creativo de una persona radiante de vitalidad, iniciativa, fuerza y capacidad de superación, para testimoniarle devoción y consideración, enunciando el profundo respeto que ha sabido ganarse, poniendo de relieve su inestimable lealtad en favor de la cohesión y solidez del grupo.

La muestra, que recoge una extensa selección de su producción pictórica, se puede disfrutar en la Sala de exposiciones Gregorio Cebrián hasta el próximo dos de marzo. En ella se ofrecen composiciones de diferentes momentos de una actividad que Narcisa ha desarrollado, con diversos matices e interpretaciones, a lo largo de los últimos treinta años.

Narcisa, docente injertada de vocación, ejerció esta profesión con especial aplicación y esmero. Con su calidad personal, la dulzura de sus gestos, la serena presencia de su palabra, orientó el proceso educativo de multitud de escolares de la localidad, hombres y mujeres que hoy desarrollan su compromiso en nuestra sociedad y a la que agradecen la hondura de su abnegación. Tras la jubilación, dirigió su mirada hacia otros aspectos que, matizados por la inspiración, venerable don alimentado por las musas, ofrece la posibilidad de articular en belleza las emociones y sentimientos, las sensibilidades e inquietudes que conforman el alma y mueven el corazón. De este modo, su inventiva y genio imaginativo encontraron un extraordinario cauce de expresión en la pintura. Alternando con esa labor, asignó parte de su tiempo a recuperar la obra fotográfica de su abuelo, el genial Fernando Navarro. De esa importante misión surgió la generosa donación que realizaba al CEHIFORM, vinculado en la actualidad al Archivo General de la Región de Murcia, en donde se custodia el magnífico patrimonio de las placas fotográficas que se conservaban de su antepasado. Paralelamente, se adentraba en el mundo de la fotografía, revelando parte de ese legado y forjando otras precisas instantáneas.

En esta multiplicidad de cometidos, Narcisa ofrendó singular atención al trabajo pictórico. En los primeros momentos, la atracción por lo cromático le animó a participar en grupos de trabajo para afianzar sus potencialidades, como también a destinar un importante número de horas a fortalecer la agudeza de su mirada, su capacidad de observación, la firmeza de su trazo. Ahora, varias décadas después, nos ofrece la amplitud de su tarea en un recopilatorio que nos sitúa ante una mujer de constancia, de pasión por el arte, de certera lucidez para captar con sutileza, con el aroma del amor por lo local, multitud de detalles, de espacios, de rincones de su querida Totana y del santuario de La Santa, reflejando, igualmente, su admiración por la naturaleza.

Gracias Narcisa por el gran regalo de tu estilo, cualidad que abre camino a la esperanza, a la vez que nos sitúa frente a un referente que invita a vivir con la mirada puesta en lo sencillo, en lo fraternal, en la validez del encuentro con los otros, en apertura al aprendizaje, en la lucha agradecida a la vida y a sus esencias.

Un cálido abrazo.

Juan Cánovas Mulero


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