Cuasi todos los actos de homenaje a los muertos, y yo he participado y participo en muchos, tienen una carga de hipocresía y temor de los que asistentes. Temor, ante nuestra frágil debilidad e hipocresía porque en ese momento casi nunca somos sinceros al analizar a vida y obras del que yace ante nosotros.
La tendencia general es el olvido y continuar viviendo, mientras lenta o rápidamente, se difumina el recuerdo de nuestros seres queridos. No podría ser de otra forma. Un día como este, inventado por los vivos, es una mezcla de comercial y religioso que sirve de excusa para recordar a quienes permanecen el resto de los días en el olvido.
Me gusta (es un decir y aceptarme la expresión) pasear por los cementerios cuando existe soledad, se escuchan los pájaros, el aroma o el sonido de viento. Escuchar el silencio entre los restos de materia de quien duermen "el sueño eterno de los justos" y no se inmutan por muy día de Los Santos y bullicio que se celebre arriba.
También siento la angustia de quien permanece encerrado sin poder sentir el aroma de la mañana, el rocío de la madrugada, la luz del día o la oscuridad de la noche, regenerando la vida con su materia y "compartiendo con los vivos" que nunca deberíamos olvidar lo liviana que es la existencia y que no somos nada.
Solo el recuerdo de nuestros hechos en la vida, limitado en el tiempo y a las personas que nos han querido...
Perdido en la eternidad del Universo. Pero es muy importante tener un lugar o espacio donde recordar a los muertos con el respeto que merecen. Donde mejor se recuerdan es algún rincón de nuestro dolorido corazón. En ese lugar, la hipocresía no existe o es menor.
Disfrutemos de este día, recordando o interpretando lo que a "ellos" les gustaría que hiciésemos. Estoy convencido que es bastante más sencillo (Sus deseos) de las complicaciones que nos buscamos en la vida.